La voz que nadie escucha

¿Y si las mujeres privadas de libertad pudieran sustituir sus condenas por experiencias culturales?

Este es un proyecto de mediación cultural y transformación jurídica centrado en un colectivo invisible que arrancó en mayo de 2021. Alternativas culturales a la privación de libertad. Un experimento piloto de tres años. Feminista, seguro. Ambicioso, sin duda. Utópico, quizás. Pero hemos venido a soñar.

¿Qué nos lo impide? Contamos con el apoyo de Instituciones Penitenciarias, la colaboración de diferentes instituciones y la fuerza de un grupo jurídico de expertas preparadas para elaborar un informe  muy completo sobre la situación de las mujeres en las prisiones  y un Programa Marco sobre cómo llevar este sueño a cabo. Si eres periodista, jueza o juez, jurista, magistrada, o simplemente estás a favor de este experimento, esperamos contar también con el tuyo.

Porque los datos demuestran que la mayoría de las mujeres que delinquen no deberían entrar en prisión. O al menos, no tanto tiempo. Según Acope (un abrazo, compañeras), el 70,72% cumple condena por hurto y el 13,81% por tráfico de drogas. El 88,41% ha sufrido violencia machista. Existe una relación directa entre el maltrato, las secuelas psicológicas y la historia delictiva. De hecho, el 50% tiene a su marido o pareja también en prisión. Pero sobre todo, el 80% son madres, cabezas del hogar, principales cuidadoras de la familia; su ingreso en prisión provoca la desestructuración familiar. 

Es decir, peligrosas, lo que se dice peligrosas para la sociedad, hay pocas. Dopadas, muchas. Analfabetas, o cerca, bastantes. Discriminadas, todas. Las mujeres representan solo un 7,3% de la población reclusa. De las 69 prisiones que hay en España, solo 4 son de mujeres, el resto son módulos de mujeres en prisiones de hombres: 41. El sistema penitenciario está diseñado para los hombres. 

Creemos en el poder de la cultura (en todas sus formas) para escapar del bucle de delincuencia y el castigo. La mayoría de las mujeres que entran en prisión vienen de otras prisiones: la pobreza, el maltrato, la droga, la calle, la violencia, el engaño, el encubrimiento, la desigualdad, la incultura. Son mujeres que tuvieron menos suerte que nosotras. Mujeres que nacieron en la dirección equivocada; en unos brazos inseguros; en la noche más fría del año. ¿Qué posibilidades tiene una niña que crece en la Cañada Real de llegar a la universidad? ¿Y a tener un trabajo digno o a fascinarse con un cuadro del Museo del Prado? ¿Cuántas Tara Westover habrá por el mundo? ¿Cómo se sale de los márgenes cuando todo en la vida son límites?

Si la cultura tiene el poder de rebajar cualquier pena -y la pandemia demostró que lo tiene-, quizá pueda incluso con las de las mujeres privadas de libertad.

 

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